5 de marzo de 2009

A CANTAR QUE SE ACABA EL MUNDO

El nuevo programa de Canal 13 tiene con qué divertir. Y Andrea Politti hace sentir cómodos a los invitados.




Una inteligente conductora todoterreno, Andrea Politti, simpáticos participantes desenfadados y entonados, canciones pegadizas, músicos en vivo que actúan como jurado, es con lo que cuenta -por ahora- Canta conmigo Argentina (el nuevo ciclo de entretenimientos de Canal 13) para calentar las tardes de la emisora.

Apenas minutos después de las 14.45, "Miss simpatía" Politti irrumpió en escena, más rubia, enrulada y flaca que en Cuestión de peso, ciclo que condujo hasta el año pasado en el mismo canal.

Después de presentar a los músicos, la escribana, los cantantes y las familias jugadoras -los Bernst y los Castro-, Politti fue directo al grano: el primer juego de la tarde.

A este desafío inaugural le siguieron otros parecidos, todos destinados a que los participantes demuestren sus conocimientos musicales. Por ejemplo, completar las palabras ausentes en algunas estrofas, ordenar frases, tararear un tema para que los demás adivinen de cuál se trata. El equipo que más puntos acumula participa por el juego final en el que pueden ganar hasta $10.000.

Sin el velado objetivo de reírse de lo mal que canta el participante (como ocurría en el bizarrísimo Si lo sabe cante) ni la búsqueda de virtuosismo de los realities que fueron boom años atrás, el ciclo queda por momentos a mitad de camino.

Sobre todo, frente a una audiencia acostumbrada -por la misma emisora- a las emociones fuertes en esa franja horaria. Basta recordar los dramas de los participantes luchando para ganarle a la obesidad en Cuestión de peso o la hipérbole emotiva que proponía -hasta hace apenas unos días- Hoy puede ser con Andrea del Boca al frente del programa. Da la sensación que las tardes quedaron más alegres sí, pero algo desabridas.

De todos modos, en su primer envío, Canta conmigo Argentina tuvo momentos divertidos, como cuando los participantes debían tararear la canción que escuchaban por auriculares con el agregado de hacerlo con sílabas tan estrafalarias como chan-chin o bi-bru.

O -verdadero hito de la tarde- la transformación de la participante Analía, cuando debió interpretar un tema de Los Sultanes y de apocada madre de familia pasó a una leona que jugaba sin pudor con su melena voluptuosa. Quizás ésta sea la clave del ciclo: la cuidada elección de sus participantes.

Cabe destacar el carisma del cantante Juan Pablo Di Saverio, la calidez de Politti para hacer sentir cómodos a los invitados, y la intención del envío de rescatar el placer del canto, pero también es cierto que uno de los atractivos imbatibles del karaoke es experimentarlo en carne propia.